Thomas Cavendish, 1620, National Portrait Gallery. Link.
La sombra de Drake es alargada, y el éxito conseguido, el tesoro robado y los grandes honores recibidos de la Reina de Inglaterra envalentonaron a muchos aventureros y hombres de buena posición que querían medrar con este sistema. Un caballero con algo de fortuna siempre quería mejorar su posición, y la piratería se vio como un método muy rápido y exitoso para llegar arriba.
Pero no todos tenían los contactos de Drake, ni con armadores e inversores ni en la Corte, por lo que Thomas Cavendish, nuestro protagonista en esta ocasión, tuvo que apostar todo lo que poseía a una jugada. Hipotecó toda su fortuna para conseguir el dinero necesario con el que poner en marcha la operación. En 1585 comenzó la construcción de un navío de ciento veinte toneladas al que puso el nombre de Desire y adquirió otros más pequeños. Tras reclutar ciento veintitrés hombres, partió de Londres el 10 de junio de 1586 y llegó a Rio de Janeiro en octubre del mismo año. Allí, junto a la isla de San Sebastián, hizo aguada, acopio de leña y víveres durante tres semanas, preparándose para cruzar el peligrosísimo Estrecho de Magallanes. Así pertrechados, el 23 de noviembre zarparon, arribando al Estrecho el 6 de enero de 1587, con la fortuna de coincidir con el verano austral, lo que les permitió no sufrir las terribles tempestades y bajas temperaturas que asuelan la zona en invierno.
Mientras cruzaban el Estrecho, nuestros piratas se cruzaron con los desdichados supervivientes de las colonias de Sarmiento de Gamboa (quince hombres y tres mujeres) quienes, desesperados por el hambre y las enfermedades, les hacían frenéticas señales. El pirata, haciendo cierto el tópico de su ocupación, recogió a uno solo de los desdichados, un hombre llamado Tomé Hernández, para que le sirviera de interprete, abandonando a su suerte al resto de aquellas pobres gentes. Un gesto muy indicativo de su espíritu y carácter, ya que no solo se comportó cruelmente con estas personas sino con su propia tripulación en muchos ocasiones. Un detalle de su personalidad ruin se percibe en como denominó aquella zona: ”Puerto Hambre”.
El 25 de noviembre había conseguido cruzar el Estrecho en perfectas condiciones y con todos sus navíos. A partir de aquí puso rumbo norte dispuesto a saquear todo lo que se le pusiera por delante.
El primer objetivo fue Valparaíso, pero sus vecinos ya estaban al tanto de su llegada y, prevenidos y armados, se dispusieron a enfrentarse al pirata.
Cavendish simuló querer negociar con ellos a través del rescatado Tome Hernández, pero éste logró engañar a su captor avisando secretamente de las perversas intenciones del pirata. La ciudad tornó su actitud aún más hostil, por lo que Cavendish preparó una treta,simulando marcharse, y desembarcó a sus hombres a cierta distancia para avanzar a pie y atacar la ciudad a traición. Es en este momento cuando nuestro amigo Tome Hernández consigue escapar de sus secuestradores y, atravesando la selva, conseguir avisar a los vecinos de Valparaíso.
Hombres a caballo armados con picas cargaron contra los piratas, matando a veinticinco, capturando a nueve y haciendo huir al resto. De los capturados todos fueron ahorcados salvo cuatro que aceptaron pasarse a la religión católica.
Los piratas derrotados continuaron rumbo norte hasta llegar al puerto de Arica, donde capturaron una pequeña nave indefensa y volvieron a encontrarse con una ciudad preparada y hostil. A la villa de Payta sí la tomaron por sorpresa, saqueándola y arrasándola. Tras quemar la iglesia, marcharon a recuperarse a la isla de Puma.
Los españoles, alertados de la llegada de los piratas a esta zona de las américas, enviaron al capitán Juan de Galearza, quién descubrió su escondite y, con una tropa de soldados e indios, se acercó por sorpresa al adonde estaban acampados, atacándolos con fuerza. En muy poco tiempo, españoles e indios mataron a veinticinco ingleses e incendiaron uno de sus barcos; despavoridos, los piratas huyeron desordenadamente dejando atrás gran cantidad de armamento y víveres.
Desmoralizados y abatidos por esta derrota, los piratas mascaban su fracaso, pero la suerte se puso de su lado cuando la nave Santa Ana, procedente de Manila y repleta de riquezas y tesoros, se puso a su alcance a la altura del Cabo San Julián. Éste era un navío desarmado y sin artillería pero, aun así, su capitán decidió vender cara su piel. Con machetes, cuchillos y algún mosquete se dispusieron a defender barco y tripulación. Cuando los piratas se lanzaron al abordaje fueron recibidos con fiereza inesperada, muriendo varios de ellos y siendo el resto arrojados del barco, aunque un pirata consiguió cortar los cables de maniobra del navío español antes de ser abatido por el capitán español.
Tras este revés, un enfurecido Cavendish ordenó un encarnizado cañoneo del barco español, que se encontraba incapaz de maniobrar, matando a once españoles. Tras este pequeño triunfo, ordenó un nuevo y esperanzado abordaje, pero fue nuevamente rechazado. Viendo el valor y decisión defensiva de los españoles, Cavendish solicitó negociar, ofreciendo mantener la vida de los tripulantes y pasajeros del navío si rendían la nave. El capitán, viendo sus escasas posibilidades, aceptó la palabra del inglés y rindió la nave.
El tesoro obtenido era fabuloso, cerca de setecientos mil pesos sumados a muchas mercancías valiosas. Pero el espíritu cruel de Cavendish seguía definiendo su comportamiento, llevándolo a torturar a varios prisioneros y ahorcar a un clérigo que viajaba en el barco. Tras este ensañamiento liberó a la mayoría de los cautivos, salvo a dos japoneses, un filipino y dos españoles para que le sirvieran de pilotos y traductores de cara a la vuelta a Inglaterra.
Cavendish arribó a Inglaterra en 1588 tras la pérdida de otra de sus naves con todos sus tripulantes. Recibió la visita de la Reina y sus elogios, pero no fue premiado con ningún título, lo que hizo resentirse su orgullo, ya que quería equipararse a Drake.
Este orgullo ofendido lo empujó a volver a lanzarse a la aventura, pero nuevamente sin el apoyo externo, por lo que tuvo que volver a hipotecar sus propiedades, para cubrir los gastos previstos en esta empresa, calculados en trece mil libras.
Con este capital fletó cinco navíos: el Leicester de cuatrocientas toneladas, el Roebuck de doscientas, el Desire de ciento veinte toneladas, el Dainty de sesenta y el Pinnace de cuarenta, con un total de ochenta cañones. La tripulación la formaron trescientos cincuenta marinos más los cautivos japoneses y uno de los pilotos que aún mantenía cautivos.
El 26 de agosto de 1591 inició su segunda aventura pero, al llegar al ecuador, los vientos desaparecieron con una calma chicha que les deparó veintiséis días de quietud en alta mar, al capricho de las enfermedades como el escorbuto, que se llevó por delante a una parte de los marineros. La inactividad, la enfermedad y la personalidad de Cavendish tensaron el ambiente hasta el punto de que, en un arranque de ira, ordenó ahorcar al piloto que había mantenido cautivo por la acusación de los japoneses de traición.
El 16 de diciembre llegaron a la ciudad brasileña de Sanos, atacándola y arrasándola mientras los habitantes estaban en misa.
Quiso preparar su paso por el Estrecho de Magallanes a conciencia, pero se demoró demasiado, y además recogió pocos víveres para la cantidad de marinos que llevaba. Así, el 17 de febrero sufrieron el primer temporal que disolvió la flota, situación que aprovechó el capitán del Destiny para desertar y volver a Inglaterra. Las calamidades y la personalidad de Cavendish habían hundido la moral de la tripulación por los suelos, y el ambiente de odio y resentimiento era demasiado fuerte como para que la expedición pudiera terminar bien.
El 8 de abril las condiciones en el Estrecho eran terribles, con frío polar y fortísimas tempestades. En el barco de Cavendish cuarenta hombres morían y otros setenta enfermaban, además de producirse múltiples casos de congelación en pies y manos.
Tras un consejo de los capitanes se decidió dar media vuelta y cruzar por el Cabo de Buena Esperanza; en ese recorrido el Pinnance se extravió, se perdió de la vista del resto dela flota y nunca se volvió a saber de él. El Desire también se separó de la flota y se vio obligado a volver a Inglaterra, sufriendo un terrible viaje de regreso. De los cincuenta y seis tripulantes originales solo llegaron a Irlanda diecisiete.
La desaparición de estos dos barcos hizo sospechar a Cavendish que ambos le habían traicionado, idea que avivó su odio y su ira; llegó a abandonar a los heridos y enfermos, en un signo de su desequilibrio mental. Ante estos hechos, el Roebuck, único barco que aun lo acompañaba, también desertó.
Incluso sus propios hombres trataron de amotinarse, y solo pudo contenerles con amenazas de muerte.
Tras un nuevo fracaso, esta vez en la búsqueda de Madagascar, sus hombres decidieron negarse a obedecer sus ordenes y le obligaron a volver a Inglaterra.
En octubre de 1596, humillado y abatido, se suicidó. Mal fin para un mal marino y un mal hombre.