Corsario españolBenito de Soto Aboal

Uno de los pocos piratas gallegos que consiguieron fama mundial pero que pasó a la historia como uno de los más sanguinarios, sino el que más, comenzó en el bergantín brasileño de 7 cañones  El Defensor de Pedro dedicado a tráfico de esclavos , que partió de Río de Janeiro en 1823.Antes había sido desertor  de la matrícula de la mar española a los 18 años .  Tras un motín, Soto Aboal abandonó al capitán de la nave en tierras africanas y paso a cuchilllo al resto de la tripulación que no estaba de acuerdo con el motín, cambio el nombre del barco por La Burla Negra   y se lanzó a la piratería, siendo su primera víctima la fragata mercante Morning-Star, de bandera inglesa. Habiendo saqueado la nave y asesinado a casi todos sus ocupantes, puso rumbo al Norte, hacia las islas portuguesas Azores, cometiendo varios abordajes más. Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. La misma fue abordada, saqueada e incendiada, después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y ocho días después, cerca del archipiélago de las Canarias asaltó la brickbarca Sumbury de la misma nacionalidad, que viajaba a Saint Thomas, acribillando a su tripulación.

Poniendo proa nuevamente a las Azores, Benito de Soto abordó de manera sangrienta un buque portugués procedente de Río de Janeiro llamado Melinda  y en viaje de regreso a España, asaltó el Cessnock, también lusitano y el bergantín inglés New Prospect. Las dos embarcaciones, en especial la británica, fueron víctimas de la terrible crueldad del pirata, así como también, la de su segundo en el mando, Víctor Barbazán.

Tras asesinar a tres de sus compañeros, por considerarlos poco leales, llegaron a puerto en La Coruña, presentándose con papeles falsos y fingiendo uno de los piratas ser el legítimo capitán, vendieron la mercancía.

Seguidamente, el barco se dirigió a las costas de Cádiz, donde planeaban deshacerse de él para retirarse y disfrutar de las ganancias. Sin embargo, al divisar el faro de la Isla de León lo creyeron el de Tarifa, y terminaron embarrancados a corta distancia de Cádiz. Tras un periodo inicial de confusión y a pesar de sobornar a las autoridades locales de la Marina, la expectación generada provocó que fueran reconocidos  por un antiguo pasajero del Morning Star, y diez miembros de la tripulación fueron ahorcados y hechos cuartos en la ciudad andaluza. El capitán Soto, por su parte, tras huir a Gibraltar, fue igualmente hecho preso y condenado a muerte en la horca el 25 de enero de 1830  en la colonia británica, por la ejecución u ordenamiento de 75 asesinatos comprobados y 10 embarcaciones saqueadas o hundidas. Su muerte fue especialmente cruel,  cuenta el investigador Jesús Borrego que «una vez colgado de la horca tuvieron que ahondar con palas el suelo para que sus pies quedaran suspendidos en el aire, por lo que tuvo una agonía lenta» «El verdugo colocó la cuerda demasiado alta, pero Soto lo ayudó subiéndose al ataúd para meter bien la cabeza en el lazo y, tras gritar al público ¡Adiós a todos, la función ha terminado! saltó al vacío, pero los pies tocaban el suelo y no acabó de ahogarse -para satisfacción del público- hasta que el verdugo, con una pala, quitó algo de tierra bajo sus pies y el pirata finalmente murió».

Setenta y cuatro años después, en 1904, los trabajadores de una almadraba descubrieron, en el lugar donde había acabado su aventura el barco pirata, gran cantidad de monedas acuñadas en México en el siglo XVIII. La gente se volvió loca, echándose todo Cádiz a la playa -incluidos viejos, niños y suegras- con palas y cribas, hallándose al menos millar y medio de piezas

Actividad anti corsaria

En el Caribe la falta de barcos de la Armada para proteger tanto territorio fue cubierta con éxito por los corsarios locales, que mantuvieron a raya a los ingleses y holandeses. Para observar la importancia del corso como herramienta de los Gobiernos para sus fines decir que los corsarios norteamericanos en la guerra de la independencia de EE.UU contra Inglaterra capturó cerca de 3.000 buques ingleses, lo que dificultó enormemente el envío de provisiones a las tropas inglesas en suelo norteamericano. En esta lucha de corsarios también entraron en juego los franceses y los españoles. Un ejemplo de la efectividad. Don Baltasar Hidalgo de Cisneros en 1780 al mando de la balandra «Flecha» capturó dos corsarios británicos, el «Rodney» y el «Nimbre«. Al año siguiente y al mando de la fragata «Santa Bárbara» capturó otros 4 corsarios de la misma nacionalidad. Más ejemplos, el 14 de mayo del año 1800, el bergantín de guerra “San Antonio”, sorprendió ancladas junto a Cabo Blanco (Cuba) dos goletas corsarias, la “Aguila” con 70 hombres y 14 piezas, y la “Hoppe”, con 65 hombres, 10 obuses y 4 cañones. Después de cinco horas de combate y de morir los dos Capitanes ingleses con muchos de sus tripulantes, se apoderó de las dos embarcaciones, conduciéndolas a remolque a La Habana. En esta operación tuvieron una actuación muy destacada las fuerzas embarcadas de Infantería de Marina. Como se ve, la lucha contra el corso también daba sus frutos.

La primera Ordenanza regulando y fomentando la actividad corsaria fue promovida por el rey Felipe IV en 1621 debido a la incesante actividad corsaria y pirata de ingleses, holandeses, franceses, argelinos y turcos, que asolaban el comercio español, tanto en las Indias como en el Mediterráneo. Así los comerciantes que sufrían en sus carnes el saqueo y captura, en tiempo de guerra podían, gracias al consentimiento real, invertir el papel de presa por el de cazador. Debido al éxito la ordenación de patentes de corso se reafirmaron en otras Ordenanzas que ampliaban los cometidos del corsario, normalmente cuando el país se encontraba en guerra. Así siguieron con las ordenanzas de 1674; 1702; 1718 (que explícitamente decía «contra turcos, moros y otros enemigos de la Corona»); 1762; 1779; 1794 (contra intereses franceses principalmente, a causa de la Revolución llevada en este país y en la que se prohibía el corso con los aliados de España, Inglaterra se contaba como el principal y esta es de las pocas veces que los corsarios de ambas naciones tuvieron que respetarse). Luego siguió la de 1796 esta vez en lucha contra los antiguos aliados ingleses y a favor de los franceses; la de 1801 que renovaba las hostilidades con los británicos. Las patentes de corso dadas a particulares o bajeles de la Real Armada fueron muy útiles para el mantenimiento y limpieza de las rutas comerciales y los británicos siempre tuvieron dificultad para ejercer el contrabando. Una de las principales causas de la «Guerra de la Oreja de Jenkins» (1739-1744) fue motivada por la captura continua de mercantes británicos por parte de guardacostas corsarios y de la Armada, que por medio del contrabando hacían comercio ilegal en aguas españolas de América y que debido a presiones de los comerciantes británicos llevaron al Gobierno británico a declarar la guerra a España.

Pirata españolAntonio Riquer

Quizás una de las capturas mas significativas y célebres fue la del bergantín británico Felicity, llevada a cabo por el mas popular de los corsarios ibicencos, el patrón Antonio Riquer, un día de junio de 1806.

Tras el combate, Riquer, con mas presas en su cuaderno de bitácora que el pirata de Espronceda, acabaría integrándose en las instituciones como oficial de la Marina de Guerra, a la vez que ascendía socialmente construyéndose un caserón en la parte alta de la Ciudad, abandonando su barrio natal de la Marina.

En 1806, el corsario Antoni Riquer, provisto de un débil falucho, apresó al poderoso navío ‘Felicity’, corso de Gibraltar con bandera inglesa a las órdenes de un famoso corsario, el capitán italiano Miguel Novelli (alias El Papa). Conmemorando el primer centenario de esta victoria se colocó la primera piedra del monumento proyectado en su honor. El 1º de Junio de 1806, fiesta de la Santísima Trinidad, se avistó un buque inglés en las proximidades del puerto, donde la embarcación inglesa era muy superior a la de Riquer. La noticia del avistaje se difundió rápidamente. El jabeque ibicenco, ‘San Antonio y Santa Isabel’, con cincuenta y ocho tripulantes, más el capellán José Iturrit, y una multitud de marineros con entusiasmo y espíritu de combate, se hizo a la vela, regresando aquella misma noche, habiendo tomado prisionero al buque inglés.

El ‘San Antonio y Santa Isabel’ contaba con dos cañones de a ocho, cuatro de a seis y dos de a cuatro. El buque inglés contaba con sesenta y cinco hombres, dos cañones de a dieciocho, cuatro de a doce, y dos obuses de cuarenta y ocho. A las 4 de la tarde del 1º de Junio consiguieron acercarse al buque inglés, quien disparó sobre ellos toda su artillería, a la que Riquer respondió con sólo dos cañonazos. Aún conociendo la superioridad de la nave enemiga, se determinó con gran valentía a abordarlo, atacando con arpones, arrojando a la vez frascos de fuego, matando a muchos tripulantes y quemando gran parte de la embarcación. El enemigo se defendió con granadas de mano y fusiles, matando a cinco hombres, entre ellos a su segundo capitán, e hiriendo a muchos marineros. Sin embargo, después de 20 minutos de acción los ingleses fueron doblegados.

En el periódico «El Isleño» de 1869, un superviviente del «San Antonio y Santa Isabel» (jabeque de Riquer) llamado Cardoneret describía así el abordaje al «Felicity»

«Se habían aproximado los buques hasta tocarse, y favorecidos los ibicencos por la calma completa que reinaba, pudieron hacer uso de su habitual destreza, dejando caer una lluvia de frascos de fuego sobre el enemigo, en tanto que los mas denodados se lanzaban cuchillo en mano al abordaje.

 

«La popa del inglés convirtiose al poco en una inmensa hoguera, y, abrasados sus tripulantes huyen por todas partes despavoridos. Un valiente negro , que con ambas manos recibía los frascos apagados y rompíalos a sus pies, lanzando despreciativas y estrepitosas carcajadas, voló hecho pedazos al estallar el destructor combustible que el mismo, inconscientemente apilara a su alrededor. Entra el desorden y la confusión. Empeñase en proa el combate cuerpo a cuerpo. Un rubio y agigantado inglés dispara un pistoletazo a quemarropa contra el capitán Antonio Ferrer, pero felizmente no sale el tiro. Furioso el extranjero le arroja, en su despecho, la pistola a la cara, haciéndole en la cara profunda herida. El bizarro Ferrer, que se halla dotado de una fuerza hercúlea, coge a su agresor cual si fuera una pluma y lo arroja al mar.»

 

«Desde aquel momento la derrota comienza a decidirse por los españoles, y 20 minutos después que el primer cañonazo hizo retumbar el abismo, a la par que resonaba en el corazón de los lejanos e interesados espectadores de tan sangrienta lucha, los marineros ibicencos era dueños del barco enemigo, quedando sus tripulantes como prisioneros de guerra, incluso su capitán, que fue hallado poco menos que desnudo, escondido en un armario.»

 

«Era tal el entusiasmo de los vencedores que, terminado el combate, se preparaban para dirigirse hacia otra embarcación, corsaria también al parecer, que a lo lejos se distinguía, habiendo sido preciso para contenerlos las prudentes y acertadas reflexiones de los más ancianos, quienes conocían la imposibilidad de sostener una nueva lucha.»

 

«A las diez de la noche entraron vencedores y vencidos en el puerto de Ibiza, en medio de las aclamaciones y vítores de la multitud, que durante el día no había abandonado ni un momento las murallas y demás alturas de la población»

El corso en la Guerra de la Oreja de Jenkins

Durante la larga Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1748), o Guerra del Asiento, los corsarios españoles vivieron una de sus mejores épocas. En esta entrada veremos cuántos buques fueron apresados por los corsarios españoles y cómo fue su evolución a lo largo del conflicto. Para ello me baso en el trabajo del que creo que es el mayor experto en la historia del corso de nuestro país: Enrique Otero Lana.

Como el trabajo de aquel autor sobre los corsarios en esta guerra es tan extenso, pasaré a detallar la parte de los buques apresados al enemigo.

Los buenos primeros años de la guerra

Se conocen documentalmente 961 capturas a lo largo de esta contienda (843 inglesas y 118 neutrales, aunque algunas de estas últimas no fueron válidas). Por contra, los ingleses realizaron 144 presas españolas, entre su marina real y los privateers (corsarios ingleses). La diferencia es abrumadora. Todas estas cifras son las contrastadas por Otero Lana de forma documental y se alejan de las cifras abultadas que uno y otro bando se adjudicaron o los adjudicaron en su momento. No obstante, no dejan de ser espectaculares, sobre todo teniendo en cuenta que seguramente hubo más realizadas por los corsarios españoles. Otero Lana comenta al respecto:

… la relación de presas es sólo completa hasta mayo de 1741 (y no de todo el mes). Hasta entonces se habían hecho 204 capturas (185 mercantes ingleses y 19 neutrales) y los 757 apresamientos que nos quedan para el resto de la guerra (658 de ingleses y 91 de otras potencias, más 8 realizados por los corsarios de Santo Domingo de los que no conocemos la nacionalidad) son las cifras mínimas y tan sólo una parte de las capturas hechas realmente.

Durante los primeros años de la contienda, sobre todo hasta 1743, el comercio mercante británico se las vio y las deseo para hacer frente a la sangría que estaba sufriendo su flota mercante por parte del corso español. Así, en 1739 se da el caso de que varios mercantes británicos no cargaban en Venecia porque su bandera no era tenida como segura. Esto hacía que navegaran en convoy o, cuando se acercaban a Finisterre, se separasen de sus rumbos unos grados para acercarse más por las Azores.

Y no es de extrañar estas precauciones cuando sólo en los tres meses de 1739 desde que España empezó la guerra, se capturaron nada menos que 46 mercantes, en 1740 ya subieron a 105 y en 1741 se hicieron 141 presas. En el año de 1742 las cosas seguían bien con 130 mercantes capturados, siendo en 1743 prácticamente la misma cifra (129). Se nota también un incremento de capturas de buques neutrales, ya que los británicos habían recurrido a navegar bajo bandera de países que no estaban en guerra. Pero muchas de estas presas fueron declaradas ilegitimas, al no haber podido demostrarse que la carga era inglesa.

Durante esta buena época las zonas de mayores capturas correspondieron a la del Atlántico, con 267 presas, de ellas 7 neutrales. Le sigue la costa portuguesa con 132 capturas y el Estrecho de Gibraltar con 97 presas, 13 de ellas neutrales. En las Canarias y América fueron 56 capturas, de las cuales 27 fueron neutrales. En el Mediterráneo de dieron 60 apresamientos, de ellos 13 neutrales.

Comparando la efectividad del corso español con otros periodos históricos

Todo esto nos lleva a pensar cual fue el periodo histórico más brillante para el corso español. Teniendo en cuenta las cifras comentadas en la guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins, podemos compararlo con otros periodos. En 1555 los guipuzcoanos presumían de haber capturado a los franceses más de mil buques en tres años de guerra, saqueando varias veces la costa francesa donde desembarcaron e incluso en Terranova. Estas cifras eran un poco exageradas ya que seguramente fueron unas 350 – 400 presas, lo que tampoco está mal.

Los corsarios de Dunkerque, al servicio de España, capturaron entre 1627 y 1634, 1.230 presas (153 por año). Mientras que los buques de la Armada sitos en aquel lugar habían realizado 269 presas en el mismo periodo. Entre todos habían apresado casi 1.500 embarcaciones y hundido 336. Este quizás fue el periodo más fructífero, sin olvidarnos que hacían el corso en una de las zonas más concurridas por los mercantes.

Entre 1633 y 1640 la escuadra del Norte, creada por don Alonso de Idiáquez durante el reinado de Felipe IV, apresaron 353 buques (44 por año), a las que habría que añadir las 28 presas francesas realizadas por el irlandés Richard Pronovil que tenía su base de operaciones en Ribadesella (más siete hundidas por él mismo). Siendo las pérdidas de holandeses y franceses de unas cuatrocientas.

Teniendo todas estas cifras en cuenta se puede decir que los primeros años del corso español de la guerra de Jenkins estuvieron a la altura de las de 1555, siendo sólo inferiores a las efectuadas por los buques corsarios y de la Armada de Dunkerque.

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